Estos días son muchas las personas que se han confinado en sus casas solas. Todas ellas se encontrarán irremediablemente con su soledad. Algunas de ellas, la saludarán con un fuerte abrazo y la dejarán pasar. Para ellas, la soledad probablemente sea una buena amiga. Otras tantas, estarán temiendo que pique a la puerta y tener que abrirle.
Que la soledad pique y quiera pasar, será inevitable. La diferencia radicará en si la dejo pasar o le bloqueo la puerta. Es decir, qué tipo de relación establezco con ella. Y eso, en gran medida, es lo mismo que decir qué tipo de relación establezco conmigo.
¿Qué es la soledad?
En algunos momentos de la vida, como en el caso actual, la vida nos trae momentos de soledad forzada donde irremediablemente topamos de bruces con nosotros mismos.
La soledad, según la RAE, es la carencia voluntaria o involuntaria de compañía. Tiene que ver con la falta del otro. A veces porque así lo decidimos. Y otras, porque la vida así lo dispone.
Quiero aclarar aquí, que mi objetivo en estas líneas no es tratar aquella soledad que se considera crónica por falta de red social, la cual sí que puede suponer un grave problema para la salud mental de la persona.
Es obvio que necesitamos relacionarnos, pues las relaciones nos nutren y con ellas crecemos. Por supuesto que si necesitamos compañía, debemos ir a buscarla para darnos ese apoyo o afecto externo que a veces tan bien nos sienta. Por supuesto que estos días vamos a echar de menos besarnos y abrazarnos. Por suerte, para cuando necesitemos del otro, la inmensa mayoría tenemos a nuestra disposición medios para poder contactar aunque sea de forma virtual. Usémoslos.
Pero, ¿qué nos sucede cuando a momentos carecemos de esa compañía externa?
La soledad no es un problema per se. Como ya hemos visto en una primera definición, la soledad es la ausencia objetiva de un otro. Pero más allá de esta ausencia física, la soledad también tiene que ver con la experiencia subjetiva que se tiene de estar solo o sola. De cómo vivo yo esa soledad.
Preguntémonos ahora, ¿qué me pasa cuando estoy solo o sola? ¿Me permito la soledad? ¿Tengo algún juicio hacia el hecho de estar solo/a? ¿Cómo me siento? ¿Qué hago? ¿Qué me digo? ¿Con qué conecto?
Lo que a menudo sucede es que no sabemos estar con nosotros mismos durante mucho rato (y menos días o semanas) sin que ello suponga un suplicio, una angustia o una batalla interna y por tanto, lo evitamos a toda costa.
Cada persona tiene su manera de evitarse. Algunos nos socializamos en exceso. Otros nos cargamos de trabajo. Otros vamos por la vida como si nos persiguieran. Otros nos adormecemos a través del consumo de televisión o a través de las tecnologías. Y así un largo etcétera.
Cada una de estas formas tiene como objetivo desconectarme de mí. Y si la soledad acecha en estos días, tenemos dos opciones. O seguir evitándola o parar y escuchar lo que tiene que decirnos.
¿Qué pasa cuando la vida nos “obliga” a estar con nosotros mismos?
Gran parte de esta soledad emocional (cuando me siento solo, a veces incluso rodeado o rodeada de gente) tiene que ver con la desconexión con uno mismo, la falta de escucha y de autocuidado. La otra parte, como ya hemos visto al inicio, tiene que ver con la necesidad intrínseca al ser humano de contactar con un otro y vincularnos.
Pero centrémonos en esa desconexión con nosotros mismos. La soledad desde esta perspectiva seria algo así como “la falta de mí mismo”. Por tanto, ¿cómo recuperarnos a nosotros mismos para sentirnos más acompañados?
La vida, si queremos, nos ofrece la oportunidad de contactar con nosotros, escucharnos y fortalecer nuestro maternaje y nuestro cuidado. Es decir, aprender a darnos y a nutrirnos a nosotros mismos. Recuperarnos y reconectarnos es darnos compañía.
Para gestionar la soledad emocional: escucha, maternaje y autocuidado
La soledad puede ser cómoda e incluso rica y nutritiva. Para que así sea, necesitamos habituarnos a ella. Es decir, darle la bienvenida y atrevernos a estar solos con nosotros mismos sin huir de ello. Para enterarnos de lo que nos pasa. Para así podernos atender en nuestras necesidades emocionales. Para así poder darnos y acogernos en estos días difíciles, donde seguramente serán muchas las emociones que se nos muevan internamente (miedo, ansiedad, tristeza, incertidumbre…).
Para ello necesitamos:
- Aprender a parar.
- Escucharnos.
- Acogernos emocionalmente.
- Tomar acciones para nuestro cuidado.
Estos son, en mi experiencia, algunos de los elementos clave:
Autoescucha: la autoescucha me va a permitir enterarme y reconocer lo qué me pasa. Para ello, necesito parar y posar la atención en mí mismo.
¿Cómo me siento? ¿Me siento solo/a? ¿Tengo miedo por lo que pueda pasar? ¿Siento tristeza por estar solo/a? ¿Me enfada esta situación?
Automaternaje: me da el sostén psicoemocional que necesito. Puedo reconocer lo que me pasa y entonces acogerlo.
Puede que por ejemplo, me sienta solo/a y eso me produzca tristeza. Desde el propio maternaje me voy a poder dar el espacio de sentir la tristeza, de abrazarla, de llorarla y de atenderme con cariño y ternura. Y tal vez decirme que “todo irá bien”.
Autocuidado: acción de llevar a cabo aquello que necesite para mi bienestar físico, psíquico y emocional. Puede ser a varios niveles. Puede que cuidarme pase por acogerme en un sentido emocional. Puede que pase por tomar una acción concreta como hacer deporte, cocinarme un plato que me guste mucho, llamar a un amigo o darme un rato de relajación.
¿Cómo inicio este viaje hacia mi mismo?
Para que puedas experimentar todo esto y lo hagas tuyo (porque tuyo es tu camino), aquí te dejo una pequeña visualización para que empieces a explorar, a buscarte y a reencontrarte contigo mismo.
Buen viaje de vuelta hacia ti.
Para la soledad de estos días, compañía virtual cuando la necesites y más encuentros contigo mismo/a. Si necesitas del otro, pide. Comunícate a través de llamadas o videollamadas. Habla y ríe. Y cuando cuelgues, hazte amigo/a de tu soledad, escúchate, abrázate, cuida de ti y date compañía.
Y si lo que necesitas es contactar con alguien para seguir trabajando en tu automaternaje o porque sientes que todo esto se te hace una montaña, no dudes en contactar conmigo. Ofrezco terapias presenciales y online.
Fotografías: Melissa Askew / Sasha Freemind
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