¿Cómo gestionar la tristeza? ¿Para qué sirve? Hoy en día, nos cuesta horrores permitirnos sentir la tristeza. La evitamos a toda costa. Si la intuimos, automáticamente nos ponemos en modo hiperactivo, en un movimiento frenético que no da lugar ni espacio a la emoción. Si la llegamos a sentir, la ahogamos en el pecho o en la garganta.
El objetivo de esta dinámica (sea consciente o no): que eso que sé que va a doler, no duela. Que eso que sé que no es agradable, no irrumpa en mí y moleste de más.
La consecuencia: que se enquiste dentro y nos lleve a ansiedades, nudos en el pecho, resentimientos o a desconectarnos absolutamente de nosotros mismos e insensibilizarnos.
La tristeza forma parte de nuestra vida. No podemos obviarla. Identificarla y darnos espacio para sentirla es indispensable para nuestra salud mental y emocional.
Pero, ¿qué es la tristeza?
La tristeza es una emoción que forma parte de nuestro mundo emocional y que, como el resto de emociones, tiene su función y su razón de ser. La tristeza es una emoción que tiene que ver con el pasado, con aquello que ya no es, con aquello que se perdió. Es una emoción reflexiva, que nos facilita la introspección, el recogimiento de nuestro ser y el desprendimiento de lo que ya no nos sirve.
Por ejemplo, si hemos perdido a un ser querido, necesitaremos expresar y habitar esa tristeza en forma de lágrimas, llanto, recogimiento, etc., para ir curando nuestra herida y elaborar el duelo (por supuesto, un proceso acompañado también de otras emociones). Finalmente, esa expresión de la tristeza y su posterior elaboración nos va a ir permitiendo dejar ir aquello que fue para poder entregarnos a lo que ahora es y a lo que está por venir.
Del mismo modo, la tristeza también emerge en cualquier cambio, sea a nivel interno (por ejemplo, dejar atrás ideas de mi mismo que quedaron obsoletas y/o conductas que me dañan), ya sea a nivel externo (dejar un país que me acogió durante un periodo de mi vida o afrontar un cambio de trabajo).
Vemos pues, que la tristeza forma parte de los cambios de la vida y, como la vida no es estática sino que es un continuo movimiento, necesitamos de la tristeza para irnos adaptando a ella.
Del mismo modo que el oso hiberna cada invierno como una forma de adaptarse al frío y a sus bajas temperaturas (y así sobrevivir), nosotros necesitamos de esas pequeñas hibernaciones que nos facilita la tristeza y que nos reportan descanso, reflexión y adaptación al cambio.
¿Para qué nos sirve la tristeza?
Veamos más detalladamente para que sirve la tristeza:
-
Para elaborar duelos, pérdidas, rupturas y/o enfrentar cambios.
Como hemos dicho anteriormente, la tristeza es necesaria para poder elaborar nuestras pérdidas y poder continuar hacia delante. También se da en rupturas de pareja y ante cambios vitales e inicios de etapas.
La tristeza nos ayuda a curar las heridas psicológicas y emocionales.
Si imaginamos a la pérdida como una herida que se abre y sangra, la tristeza seria el jabón que desinfecta y facilita una buena cura y posterior cicatrización.
-
Para soltar lo que ya no sirve y acoger lo nuevo.
Imaginemos que cerramos un puño. ¿Creéis que un puño cerrado está disponible para recibir algo? Para poder recibir o acoger algo, necesitamos abrir la mano. La tristeza y su expresión hace que sea posible destensar esa mano hasta el punto de abrirla. De esa manera, quedaré de nuevo disponible para poder acoger lo nuevo y/o permitir que llegue.
-
Para la destensión y el descanso.
La tristeza es una emoción que nos para y nos permite descansar. Cuando la sentimos, sentimos una energía bajita que facilita el recogimiento y el descanso. La expresión de la tristeza nos relaja y nos permite soltar el cuerpo de carga física y emocional.
-
Para devolvernos la vulnerabilidad.
En la era de la eficiencia y la perfección, reconocernos vulnerables nos devuelve a la humanidad.
Aunque a priori tendamos a evitar sentirnos vulnerables, es desde la vulnerabilidad desde donde podemos reconocernos en la necesidad y podemos atendernos en esa necesidad. Además, en la tristeza somos capaces de apreciar lo verdaderamente importante para nosotros, a priorizar y así, poder empezar a responsabilizarnos y atendernos en lo que necesitamos.
La mala gestión de la tristeza
¿Cuando hay una mala gestión de la tristeza?
-
Cuando bloqueamos la tristeza.
En muchas ocaciones bloqueamos la tristeza porque tenemos creencias asociadas del tipo “La tristeza es de débiles”, “Si me muestro triste, me dañarán”, “Los fuertes no lloran”, “Si lloro, acabaré deprimido”, etc. Son creencias que hemos ido aprendiendo de nuestro entorno inmediato y de la sociedad en general y que más tarde reproducimos de forma automática, sin darnos cuenta. Poder detectar esas creencias, cuestionarlas e irlas flexibilizando es necesario para no enquistar la emoción, dejar que se exprese cuando lo necesitemos y escuchar qué tiene que decirnos.
-
Cuando sentimos tristeza y nos aislamos.
Tenemos tendencia a sentir tristeza y aislarnos del mundo. No creo que en un determinado momento no pueda ser positivo retirarnos si lo que necesitamos es recogimiento o estar con nosotros mismos. Lo que sucede es que en muchas ocasiones, el retirarnos no es una necesidad real del momento sino una tendencia al aislamiento que nos daña en vez de beneficiarnos. Aquí, lo necesario es aprender a quedarnos o a dejarnos acompañar por otra persona en estos momentos de tristeza.
-
Cuando la tapamos con otra emoción.
Es muy habitual tapar la tristeza con alguna otra emoción que nos resulta más fácil expresar y con la que nos protegemos. Por ejemplo, a veces utilizamos el enfado o la rabia para tapar la tristeza. Nos enfadamos con el otro o con nosotros mismos, cuando lo que necesitamos es contactar con la tristeza que hay de fondo porque es ésta la que nos facilitará aflojar y saber qué necesitamos.
-
Cuando la convertimos en resentimiento o autoreproche
De forma parecida a cuando tapamos la tristeza con rabia, también lo hacemos a través del resentimiento con el otro, (“Si no hubieras hecho esto…no hubiera pasado lo otro”) o a través del autoreproche (“Si yo hubiera sido más…esto no hubiera pasado”). Son formas, que además de dañarnos o de dañar al otro, obstaculizan la expresión de la tristeza, nuestra necesidad real y su posterior aprendizaje.
Tristeza y depresión no son lo mismo
Aunque pueda parecer obvio, no está de más recordar que tristeza y depresión son cosas muy distintas. Si bien la depresión puede tener un componente de tristeza, va acompañada también de otros síntomas como falta de interés por las cosas, ausencia de placer, pesimismo, ideas de inutilidad y culpa, fatiga, todo ello persistente en el tiempo. La tristeza, en cambio, como emoción, no es estable en el tiempo, fluctúa, viene, se expresa y desaparece, en la medida en la que la dejamos ser.
Recordemos que, tras la pérdida de un ser querido, la persona puede pasar por unos meses en los que algunos de estos síntomas estén presentes. Eso no querrá decir que la persona tiene depresión, sino que necesita ir digiriendo e integrando la pérdida y que parte de esa elaboración pasará por sentirse triste.
Por tanto, necesitaremos contextualizar los síntomas (por ejemplo, ver que la tristeza es propia del duelo) y tener en cuenta la duración en el tiempo y la intensidad de los síntomas. Si los síntomas son incapacitantes para nuestro día a día y persisten en el tiempo, puede que estemos hablando de depresión. Si tienes dudas, será de suma importancia consultar con un profesional.
La buena gestión de la tristeza
¿Cómo abordar y gestionar la tristeza de una forma adecuada?
- Familiarizarme con ella, saber de qué manera siento tristeza, cómo la siento en el cuerpo, etc.
- Cuando aparezca: Habitarla, respirarla y sentirla.
- Darme espacios donde poder expresarla y no bloquearla con, por ejemplo, el hacer compulsivo o tapándola con el enfado.
- Dejarse acompañar en ella. No aislarnos o hermetizarnos cuando sintamos tristeza y dejarnos acompañar por personas de confianza. Eso nos permitirá transitarla y no fijarla.
- Saber que es una emoción que pasará. No tener miedo a sentirla y ver como si la dejo ser, llega, toma su espacio y luego se va para dar espacio a otra cosa.
- Confiar en la sabiduría y el aprendizaje que nos trae la tristeza. La tristeza, en muchas ocasiones nos trae aprendizaje y nos reorienta hacia lo que verdaderamente es importante para nosotros. Viene para darnos un mensaje de aquello que necesitamos expresar, de lo que necesitamos atender, nos avisa de aquello que nos daña, etc.
La tristeza no hay que combatirla. Creemos que si la sentimos caeremos en un pozo del que no podremos salir. Lo que no sabemos es que respirar y dejar que la tristeza sea es lo que nos permite traspasarla e ir hacia lo siguiente.
Cada persona tiene su propia historia y relación con su tristeza. El trabajo terapéutico y el autoconocimiento nos encamina hacia su descubrimiento, de manera que podamos ver cómo funciona, cuales son nuestras heridas, de qué dinámicas hacemos uso y como podemos hacer para ir dándole un lugar sano y una buena gestión a nuestra tristeza.
Si crees que puedo ayudarte en este viaje hacia tu mundo emocional y su gestión, no dudes en contactarme. Ofrezco terapias presenciales y online.
Fotografías: Aliyah Jamous / Toimetaja tõlkebüroo
Comment