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La emoción de la alegría: apertura, goce y relación

emoción alegría

La alegría: una aproximación

Hoy nos acercamos a una de las emociones más exitosas y aclamadas: la alegría. Para ello, empezaremos por tomar su definición como punto de partida. Según la RAE, la alegría es el sentimiento grato y vivo que suele manifestarse con signos exteriores. En una segunda acepción encontramos que son las palabras, gestos o actos con que se expresa el júbilo o alegría.
¿Qué sucede si para empezar nos preguntamos que es para nosotros la alegría? ¿Cómo la definiríamos según nuestra propia vivencia? Seguramente nos encontraremos con muchos matices. Aquí para mí radica uno de los primeros puntos a destacar: La alegría es una emoción o sentimiento (cuando es consciente y estable en el tiempo) que, a pesar de tener puntos comunes para todos los individuos (que veremos más adelante), cada persona vivencia de forma distinta. Se pueden hallar diferentes modos de entenderla, definirla y expresarla. Por tanto, pararse a pensar acerca de qué es para mi la alegría, cómo me vivo cuando estoy alegre y cómo la expreso, me inicia en el camino de una mayor comprensión sobre el papel de la alegría en mi vida. Teniendo en cuenta que es una emoción universal, puedo preguntarme además, ¿cómo la vivo yo? ¿cómo la manifiesto? ¿Qué hago cuando estoy alegre?

¿Para qué sirve la alegría?

La alegría, al igual que el resto de emociones básicas (tristeza, rabia y miedo y dependiendo del autor, alguna más), es innata al ser humano y tiene su función. Pensemos en una celebración en la que la gente habla, ríe y baila. Podríamos decir que en términos generales, la emoción predominante es la alegría, ¿verdad? ¿Qué estamos generando hablando, riendo y bailando? ¿Con qué finalidad lo hacemos? Nos relacionamos, compartimos, confluimos (“fluir con”), disfrutamos, etc. De esta manera nos estamos vinculando. La alegría sirve en mayor medida para crear vínculos en nuestras relaciones, condición indispensable para nuestro bienestar y desarrollo.

La alegría sirve en mayor medida para crear vínculos en nuestras relaciones, condición indispensable para nuestro bienestar y desarrollo.

Pero, ¿qué más activa o dispone la alegría? La alegría es una emoción agradable y expansiva que tiene que ver con el otro, que se dirige hacia fuera, que irradia, que incluso contagia al que está en relación con ella. Tiene que ver con una actitud optimista y genera autoestima y confianza en uno mismo. Pareciera que no hay preocupaciones cuando uno está alegre. La curiosidad se dispara y parece que cuando estamos alegres estamos más dispuestos a interaccionar con el entorno y descubrir qué nos ofrece. Manifestamos también nuestra parte más tierna y erótica y nos mostramos más dispuestos a ayudar y colaborar con los demás. En definitiva, estar alegres nos provee de una actitud abierta, activa, curiosa ante el mundo y que busca vincularse con el otro.

Estar alegres nos provee de una actitud abierta, activa, curiosa ante el mundo y que busca vincularse con el otro.

El apego a la alegría

Con la alegría sucede principalmente una cosa: nos apegamos a ella. Queremos que la emoción perdure en el tiempo, que se convierta en un sentimiento duradero e inalterable. Eso es lo que la mayoría deseamos (otros podemos apegarnos a la rabia o a la tristeza, por ejemplo). La cosa se complica cuando nos damos cuenta de la imposibilidad de ello. Cuando de repente descubrimos que la alegría se nos escurre entre los dedos para dar paso a otras emociones a las que no les damos fácilmente la bienvenida. Por lo menos no de la misma forma. En este punto el trabajo está en entender y aceptar que no podemos estar en alegría permanentemente y que las otras emociones también forman parte de la vida y debemos darles un espacio para que sean, hagan su función y luego se vayan. Porque, contrariamente a lo que creemos, las emociones no suelen venir para quedarse, sino que fluctúan, aparecen, se manifiestan (si les damos espacio) y luego se van, dando espacio a algo nuevo. Y así continuamente. Es lo que desde algunas disciplinas se llama equilibrio o autoregulación organísmica. Esto es la vida misma. William Blake decía “Aquel que se ata una alegría la alada vida destruye; aquel que besa la alegría según vuela vive en la aurora de la eternidad”.

Las emociones no suelen venir para quedarse, sino que fluctúan, aparecen, se manifiestan (si les damos espacio) y luego se van, dando espacio a algo nuevo.

La alegría en el cuerpo

Somos cuerpo y por tanto, es en el cuerpo donde se manifiesta la alegría. Pero, ¿qué sucede realmente en el cuerpo cuando estamos alegres? Y de lo que sucede, ¿qué vemos a simple vista y qué no vemos? En términos generales, cuando vivenciamos la alegría tendemos a movimientos corporales amplios y rápidos, disposición a la sonrisa y a la risa, posición corporal abierta y receptiva, ligereza de movimiento, respiración amplia, mayor inspiración, energetización o predisposición a la acción, tono de voz elevado, etc. Éstas pueden ser algunas de las manifestaciones externas. A nivel biológico, segregamos hormonas como las endorfinas y la serotonina, que también participan de esta sensación de bienestar que nos da la alegría.

Sin embargo, a veces puede pasar, que frente a un creer estar contento, el cuerpo se muestra incongruente con ello (por ejemplo manifestando una postura encorvada, mirada hacia abajo, entrecejo fruncido, mandíbula tensa, etc.). O al revés, cuando con el cuerpo mostramos una aparente alegría que no corresponde con la experiencia interna del momento. O cuando una sensación alegre empieza a nacer en nosotros y algo en el cuerpo se bloquea e interrumpe la experiencia. Todo esto a veces es del todo inconsciente. Otras veces aparece algún tipo de malestar que somos capaces de detectar y que nos hace saltar la alarma.
¿Qué sucede con esa incongruencia? ¿Qué puedo hacer con ella? Lo importante aquí es poder parar y observarse, dejarse sentir y ver qué es lo que tiene que decir cada una de las partes. ¿Me estoy diciendo que debo estar content@ siempre? ¿Me estoy diciendo que no hay tiempo para la alegría? ¿Qué siento en este momento? ¿Qué necesita mi cuerpo? Después de la escucha y del diálogo de las partes, es posible que hayamos tomado un poco más de conciencia sobre cómo funcionamos, qué nos decimos, qué sentimos y qué necesitamos. Tomar conciencia es el primer paso hacia el cambio. Aprender a darle espacio a una alegría plena (con todas sus manifestaciones), nos da más profundidad de ser, más autenticidad y mayor plenitud.

Aprender a darle espacio a una alegría plena, nos da más profundidad de ser, más autenticidad y mayor plenitud.

para que sirve la alegria

Alegría no permitida (o cuando no me permito la alegría)

A veces ocurre, que conocemos unas emociones más que otras. Que tal vez, sepamos muy bien habitar la emoción de tristeza y sin embargo, desconozcamos la alegría (o viceversa). Eso no significa que no exista la alegría en nosotros sino que de alguna manera no podemos acceder a ella, no sabemos cómo o bien sencillamente nos decimos que no queremos o que no la merecemos.

A veces no sabemos o no podemos acoger a la emoción. Nos censuramos la alegría, la bloqueamos, en ocasiones la podemos sentir pero no la expresamos o no llegamos ni siquiera a sentirla. ¿Qué sucede aquí? ¿Qué me digo para no dejar que la alegría sea? ¿Cuando dejó mi cuerpo de sentirla? ¿Qué significaba para mí de niño la alegría? ¿Qué me dijeron sobre ella? ¿A quién estoy traicionando manifestándome alegre? ¿Cómo hago para no sentirla? Éstas son solo algunas de las preguntas que nos podemos hacer. Para ir liberando y dando espacio a la emoción, será necesario explorar la propia vivencia, tomar conciencia de cómo es su expresión y poco a poco desaprender lo que no sirva para aprender cómo hacerle un espacio y facilitarla cuando sea necesario.

Contactar con mi propia alegría

Hay diferentes modos de contactar con la alegría. A veces la alegría nos viene dada por cosas que la vida nos regala, pero también podemos tener acceso a ella a través de otras puertas. Algunas formas pueden ser más universales y conocidas, otros más particulares, pero en cualquier caso, tener acceso a ellas nos ofrece la posibilidad de adentrarnos de vez en cuando.
A través del movimiento, del deporte, de la danza, de la música, del juego, del humor, del compartir, de la belleza, del acto creativo en sus variadas manifestaciones, etc., podemos conectarnos con la alegría de ser. Con esto no pretendo hacer un reclamo a la sonrisa permanente o al optimismo forzado, sino entender que también disponemos de maneras de contactar con la alegría que está en nosotros y a la que a veces nos cuesta acceder. Piensa ahora un momento, ¿Qué formas tienes tú de conectar con tu alegría?

A veces la alegría nos viene dada por cosas que la vida nos regala, pero también podemos tener acceso a ella a través de otras puertas

La alegría en terapia

La alegría en terapia también debe tener su espacio. Pareciera que uno va a terapia para contar sus penas y para transitar todo lo que no funciona o quiere cambiar. En parte es así. Y en parte no. En la terapia, como en la vida misma, hay (y se debe facilitar) espacio para todo. Esto significa que de la misma manera que puedo darle espacio a la tristeza, al miedo o a la rabia, también puedo (y debo si así se da) concederme espacio para sentir la alegría, expresarla y respirarla el tiempo que sea necesario. La terapia, por mucho que la queramos compartimentar del resto de la vida, no deja de ser un espacio de vida en el que cabe todo. Atrevernos a vivir la terapia implica también sentir y celebrar el goce de la vida, la alegría y el amor. Festejar un logro del cliente, bailar la alegría o llorarla son ejemplos de manifestar la emoción, transitarla y decirle adiós cuando desaparezca dando paso a aquello nuevo que nos traiga el presente.

Aprovecho para remarcar aquí, la necesidad del trabajo del terapeuta de caminar por las sendas de sus propias emociones. Si el terapeuta sabe de su propia alegría y la puede expresar, prácticamente tendrá todo lo indispensable para poder acompañar al cliente en su viaje hacia esta emoción.

Atrevernos a vivir la terapia implica también sentir y celebrar el goce de la vida, la alegría y el amor.

Hoy me despido con esta frase que bien define el vínculo íntimo entre la alegría y el amor:

“El amor es la alegría y el regocijo por la simple existencia del otro” Josef Zinker

 

Si crees que puedo ayudarte en este viaje, no dudes en contactarme. Ofrezco terapias presenciales y online.

Fotografías: Robert Collins / Frank Mckenna

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